Penosa imagen la que dieron anoche desde Philadelphia, decidiendo tirar el partido ante los Cavaliers.
Imagina que, antes de iniciar la temporada, eras visto como aspirante al título por muchos. Imagina que has tenido un comienzo muy por debajo de lo esperado, en parte debido a las lesiones de tus mejores jugadores.
Se alinean los astros y tienes un partido en casa, delante de tu afición, ante el mejor equipo de lo que llevamos de temporada. Es la oportunidad soñada para asestarles la primera derrota de la temporada, dar un golpe sobre la mesa y mandar un mensaje, ¿verdad?
Philadelphia piensa diferente, y decidieron sentar a sus dos estrellas.
El partido no tuvo mucha historia, y aunque el marcador final fue parejo (106-114), Cleveland llevó la batuta y dejaron claro en todo momento que tenían una marcha más. El rookie McCain con 34 puntos fue el brote verde de la noche.
El resultado es lo de menos, nos deja prueba de lo que ha condenado y condenará a estos 76ers a no aspirar nada y celebrar ser contenders en agosto.
Una mentalidad de equipo pequeño, que lleva una década sin ser capaz de llegar a unas tristes finales de Conferencia. Cuando Embiid encadene una racha de meter 40 puntos a equipos a cuyos pivots les saque 25kg, la gente volverá a creer que tienen chances de algo.
Que no os engañen: van 2-9 y entrarán a Play-In porque su Conferencia es muy mediocre (El 12º de la Conferencia Oeste iría 4º en el Este).
Se puede perder o ganar, pero los campeones tienen una cosa en común: el espíritu de resiliencia y no rendirse hasta el final. Embiid y Paul George tienen más talento que el 99% de los jugadores de la historia, pero con ese bajo nivel de ambición y pésima actitud, jamás ganarán nada como líderes. Porque no lo son.